martes, 12 de agosto de 2014

Correr, placer intelectual. Un artículo de Mario Vargas Llosa (1979)

Gracias a Natalia una colega blogera, he encontrado este artículo escrito en 1979 por Mario Vargas Llosa sobre el asunto del correr. Como me ha parecido muy interesante lo transcribo a continuación. Me he permitido añadir a pie de página unas cuantas anotaciones en las que expreso mi opinión sobre algún punto concreto del texto.

Portada de la revista Jogging. Con M. Vargas Llosa y Miguel de la Cuadra Salcedo corriendo por el paseo de la Concha de San Sebastián. En la España de aquella época, finales de los 70, "jogging" y no "running" era el nombre "fino" que se le daba a esto de la corrienda.

Correr, placer intelectual (M. Vargas Llosa 1979)
Comencé a correr hace cinco años, cuando me di cuenta de que mi único ejercicio diario consistía en cruzar una docena de veces los cinco metros que mediaban entre el escritorio y la cama. Un amigo deportista me convenció de que los resultados de ese régimen de vida serían la obesidad, para empezar, y el ataque de miocardio para terminar, pasando por variados anquilosamientos. Fue sobre todo lo de la obesidad lo que me persuadió, pues siempre he creído que la gordura es una enfermedad  mental.(1)

Corrí al principio en un estadio que estaba cerca de mi casa. El primer día intenté dar una vuelta a la pista de atletismo —cuatrocientos metros— y tuve que pararme a la mitad, asfixiado, con las sienes que reventaban y la certeza de que iba a escupir el corazón. Poco a poco, sin embargo, fui saliendo de ese estado físico calamitoso y alcanzando los niveles aceptables establecidos por un método conocido. Llegué a correr mil seiscientos metros, en menos de ocho minutos. Corría cuatro o cinco veces por semana, temprano y aunque los primeros meses sentía un aburrimiento y pereza, luego me fui acostumbrando, después apasionando y ahora soy un adicto al deporte.
Los resultados de las carreras matutinas fueron múltiples, todos benéficos. Es cierto que se trata del más rápido sistema para adelgazar sin hacer esas dietas que destrozan los nervios y ennegrecen la vida y una cura fulminante contra el cigarrillo —fumar y correr son vicios incompatibles—(2) y también que toda persona que corre se ríe a carcajadas de los humanos que sufren de insomnio o de estreñimiento porque duerme a pierna suelta y tiene un estómago que funciona como reloj suizo (3). Pero no son esos los principales méritos.
Superado ese periodo inicial en que el cuerpo se pone en condiciones y adapta la rutina, correr deja de ser algo que se hace por obligación, terapia, vanidad, etcétera, y se convierte en un formidable entrenamiento, en un placer que, a diferencia de los otros, casi no exige riesgo ni causa estropicios.
Aunque las cosas han cambiado algo, todavía subyace en nuestros países la convicción de que los seres humanos se dividen en inteligentes y deportistas, que el desarrollo de la mente exige, o poco menos, el sacrificio del cuerpo (y viceversa).
Este fantástico prejuicio llevó a cabo, en efecto, una disociación real. Desde hace siglos, en Occidente, el hombre es orientado desde la cuna en una dirección o en la otra, al extremo de que ha llegado a tener cierta justificación el que los atletas piensan en los intelectuales como unos risibles mamarrachos físicos y el que para estos aquellos carezcan de sesos. Reintegrar esos dos aspectos de la experiencia humana, que nunca debieron escindirse, es una de las cosas que están por hacerse. Costará trabajo, pero hay indicios —a medida que las pistas, parques, playas, carreteras se llenan de corredores— de que no es imposible. (4)
Tarde o temprano la gente tendrá que convencerse que, como leer un gran libro, correr —o nadar, patear una pelota, jugar al tenis— es, también, una fuente de conocimiento, un combustible para las ideas y un cómplice de la imaginación. 

(1) Discrepo totalmente. No creo que la "gordura" (o la obesidad) sea una enfermedad mental. Conozco a gente de todas las tallas y no veo que haya ninguna vinculación entre lo que pesan y su estado mental. 
(2) Es cierto que debe ser muy difícil correr si te fumas una cajetilla al día, pero de ahí a que sea totalmente incompatible... Conozco al menos tres casos cercanos de maratonianos  en activo que siguen fumándose un par de cigarritos al día y como si nada. 
(3) También me parece algo exagerado eso de que el correr sea la panacea contra el insomnio, el estreñimiento, etc. Al menos esa es mi experiencia. Igual  no he alcanzado la dosis adecuada.
(4)  En este aspecto creo que es evidente que las cosas han cambiado en estos últimos 30 años. Aunque los estereotipos siguen funcionando: solo tenemos que ver un telediario para comprobar la diferencia entre una cumbre de mandatarios y la sección dedicada al fútbol. Ahora me da la impresión de que los polos que se describen en el texto han cambiado, o mejor dicho, han vuelto al sitio que siempre han tenido desde la antigua Grecia: en un lado se concentra la gente con un nivel cultural  medio-alto y que invierte tiempo (y dinero) en mantenerse en forma y en el otro los que no han tenido las mismas oportunidades y bastante hacen con seguir tirando para delante. En cualquier caso me parece que esa clara disociación de la que habla el autor no refleja  la realidad actual.

sábado, 9 de agosto de 2014

10 cosas que no soporto del Facebook

Si te parece tan insoportable - pensaréis- ¿por qué no te das de baja y punto?   Pues sí. Sería lo más coherente. Como también lo sería bajar la tele al trastero, quitarme del teléfono, del adsl, del móvil, y en última instancia irme a  un pueblo abandonado de la montaña y empezar una nueva vida cultivando un huerto. Todo eso sería lo que tendría que hacer si no fuera porque estoy enfangado hasta las trancas en este  hipertecnológico y deshumanizado primer mundo en el que me ha tocado vivir. Dicho esto, sigo donde lo dejé:



10 cosas que no soporto del Facebook*

  1. La ambigüedad del "Me gusta". Cuando alguien enlaza una noticia del tipo: "Estrepitoso fracaso de la selección en el mundial de fútbol", si haces click en "Me gusta" ¿significa que te gusta el artículo o que te alegras del hundimiento de la armada española? A mi en muchos casos no me queda claro.
  2. La ausencia del botón "No me gusta". Yo creo que este botón no lo ponen porque si lo pusieran se usaría más que el otro. Y entonces igual había que añadir la categoría de "enemigos" y quizás la cosa acabaría como el rosario de la Aurora. O sea que tenemos que conformarnos con esta versión "edulcorada" de red social, en la que decirle a alguien que no te gusta lo que pone exige un esfuerzo mucho mayor que decirle que "te gusta" o no decirle nada. Y claro, con lo comodones que somos, el triunfo del "buenísmo" está asegurado.
  3. La banalización de la amistad. Cuando te metes en esta red empiezas tímidamente añadiendo o aceptando como amigos sólo a los que tu piensas que lo son realmente, pero cuando ves que esos amigos tienen cientos de "amigos" mientras que tu solo tienes siete, contando a la familia, empiezas a aceptar a cualquiera que te lo pida aunque no lo conozcas de nada. No vaya a ser que piensen que eres un antisocial. Y a partir de ese momento empieza el desmadre y se da el hecho curioso de que te cruzas por la calle con "amigos del facebook" a los que ni siquiera saludas aunque te los topes de frente, porque al fin y al cabo no tienes nada que decirles. Ni ellos a ti.
  4. Los que intentan mostrar al mundo constantemente lo felices que son. "Mira que zumos recién hechos y que cruasanes nos estamos desayunando en esta terracita  con vistas del mar".  Me dan ganas de contestar: "Mira que polvo acabamos de echar en casa". (Foto borrosa de la habitación con la cama hecha unos zorros. Tras la ventana se vislumbra el letrero del Carrefour)". Ni en el Resort más exclusivo te aseguran un despertar así. Jeje.
  5. Lo de los cumpleaños. Esto es una norma que me he auto-impuesto: Jamás felicito a nadie en el Facebook a quien no felicitara antes por teléfono o en persona. Esto está relacionado con el punto 3. ¿Que sentido tiene felicitar  por su cumpleaños a alguien que ni siquiera sabe lo de la última vez que pasaste por quirófano, ni se ha enterado de lo de tu cuñado, ni sabe casi nada de tí y viceversa?
  6. Los cartelitos con frases ingeniosas,  emotivas,  etc. Sí, ya se que muchas son bienintencionadas y algunas incluso muestran  enseñanzas o consejos interesantes  y útiles. Pero  la inmensa mayoría son auténticas ñoñerías solo aptas para adictos a los libros de autoayuda.  Un rollo vaya.
  7. Los videos graciosos, extraños, sorprendentes, etc. Más de lo mismo. Solo que  exigen mucho más tiempo que los cartelitos. Yo directamente no los abro. Salvo quizá uno de cada veinte.
  8. El saber lo que está escuchando alguien en spotify. Me parece muy bien que cada cual tenga sus gustos musicales. ¿Pero que me importa a mi que Pepito Perez esté repasando la discografía completa de "Los chunguitos"? 
  9. Las fotos de vacaciones. En el principio fueron los álbumes de fotos con los que atormentábamos a las visitas con los detalles más nimios de nuestro último viaje. Luego vinieron las diapositivas, mas o menos lo mismo pero en pantalla grande. Luego los interminables reportajes digitales que pasábamos por la tele o el ordenador. Y ahora, sin que tengas que moverte de casa, ya lo puedes ver todo por el facebook. Por suerte, aun siendo algo intrínsecamente soporífero,  el facebook  tiene la ventaja respecto a lo de antes, de que con un  simple "Me gusta" quedas bien y no hace falta cascarse el reportaje entero. Pero no hay que confiarse. Cualquier día te encuentras en persona al intrépido viajero dispuesto a regalarte un pase personal y comentado con el móvil. ¿Creías que te ibas a librar así como así o qué? ¡Inocente!
  10. El tiempo perdido en filtrar el contenido de los puntos del 4 al 9. Finalmente lo que realmente sucede después de pegarnos una sentada ante el ordenata o con el móvil en la mano, es que hemos pasado una considerable cantidad de tiempo enganchados al facebook simplemente haciendo scroll: Poco más o menos lo que hacíamos y seguimos haciendo con el zapping: La eterna búsqueda  de algo que realmente nos interese o nos distraiga entre tantas cosas que ni nos van ni nos vienen. Aunque, ahora que lo pienso, quizá ahí radique el éxito de este diabólico invento: que nos hace pasar ratos y ratos evadidos de la realidad. Como la tele.

*Advertencia final importante: Todos los personajes y situaciones que aparecen en este decálogo son ficticios aunque están basados en hechos reales.  Y lo más importante de todo: tengo que confesar que yo mismo incurro habitualmente  en todas las conductas "que no soporto" descritas en los puntos 4 al 9 y las sufrirán mis amigos, mis otros "amigos" y el público en general. ¡Qué le voy a hacer! Espero al menos que algún alma pura pueda sacar provecho de todo esto.

jueves, 7 de agosto de 2014

Vacaciones de correr.

Nunca había disfrutado tanto del correr como estos días que llevo sin calzarme las zapatillas. Me explicaré. A lo tonto  hace ya casi 5 años desde que me eché a correr allá por el 2009 y salvo dos o tres semanas que estuve con unas molestias en la pierna izquierda y que me obligaron a bajar mucho el ritmo no había pensado en ningún momento en un descanso tan largo. Pero ha llegado la hora.

Para los que nos hemos iniciado no hace mucho en esto del correr lo de dejar de entrenar durante más de una semana se nos antoja algo así como para un ex-fumador echarse un cigarro después de 5 años sin fumar. Un peligroso síntoma de debilidad que tememos pueda ser el principio del fin. Pero no parece que haya que alarmarse tanto. Lo del cigarro,  no lo pruebo por si acaso, pero lo del descanso cada vez estoy más convencido de que es algo recomendable de vez en cuando.

Este año ya me lo estaba tomando de por sí con mucha calma, pero lo de pegarme un mes entero sin sudar la camiseta es algo que he decidido esta misma semana, cuando llevo casi  diez días sin  correr. El mes de julio lo empecé con pocas fuerzas pero con intención de preparar la maratón de Zaragoza como el año pasado. Sin embargo las cosas se han ido complicando por diversas causas hasta que a mediados de mes desistí ya de apuntarme a la carrera. Estoy de vacaciones desde el lunes y lo lógico hubiera sido salir a correr por la mañana al menos un par de días. Pero nada, cada vez que se me pasaba por la cabeza me daba media vuelta y seguía remoloneando entre las sábanas. Al principio me remordía  bastante la conciencia, pero poco a poco la idea  de relajarme durante todo un mes empezaba a fraguarse hasta que como digo he tomado la decisión formal.

Y lo que empezaba a ser una entrega bochornosa al pecado de la pereza se ha convertido en una saludable y gozosa reafirmación de mi libre albedrío: me tomo un descanso porque me da la gana. ¡Ah que placer! Es curioso como un simple cambio de enfoque puede dar un giro de 180º a una situación.

Mis viejas Mizuno.  Las compré en 2010  y las sigo utilizando. Y lo que les queda.

Mentiría si dijera que antes de tomar esta decisión no he consultado la opinión de otra gente en internet, donde hay por supuesto para todos los gustos. Personalmente me he quedado con este post, que mas o menos se adapta a la idea que yo tenía. Esto es por otra parte  lo que solemos hacer cuando buscamos algo en la red: encontrar a alguien que nos de la razón. Así somos. O así soy yo, por lo menos.

Vuelvo a la primera frase por si no ha quedado claro. No es que no me lo haya pasado bien corriendo a lo largo de estos años, pero encontrarme con unas vacaciones deportivas, que ni siquiera había planeado, me está sentando de lujo. Espero volver en septiembre con fuerzas renovadas.